Albany Arreaza
Fue un 23 de
Diciembre del año 2019, yo me preparaba
para ir al juego de béisbol más emocionante de la temporada, me puse mi gorra
de los Navegantes del Magallanes, con entusiasmo y convicción de que mi equipo
sería el ganador. Un juego distinto a ocaciones anteriores, pues los eternos rivales de los equipos
Caracas y Magallanes se encontrarían en el último enfrentamiento del año.
Horas antes, el
Estadio Universitario de Caracas estaba vacío, pero poco tiempo después la
situación en el ambiente era otra, las taquillas llenas de niños y adultos,
comerciantes vendiendo franelas, gorras y objetos con los logos de los equipos
para la barra de cada fanático.
Eran las 4:00 de la tarde y las sillas de las gradas se empezaron a
llenar, todos nos encontrábamos con mucha alegría, esperando vivir el mejor
momento del día, en el campo había más que tensión por parte de los jugadores,
nerviosos y ocupados por dar lo mejor de ellos; batazos, las pelotas volando,
home run, y así la pizarra iba cambiando de número, los brazos ya no daban,
pero la meta, la pasión y el compromiso
estaban claros en la mente y corazón de los jugadores, sin descanso
alguno, ellos seguían dando lo mejor.
Los manager de
los equipos iban y venían, pensando en tantas cosas; en su victoria o derrota,
si despedirse o quedarse.
Los primeros minutos y horas, los Leones llevaban la delantera y la mejor puntuación del juego, marcando en la pizarra 3 – 1 ante los Navegantes, mis nervios se notaban a flor de piel, mientras que los del equipo contrario ya se daban por ganadores.
Eran las
6:15pm, en medio de un atardecer espectacular, para mi sorpresa y la de todos
los fanáticos Magallaneros, los jugadores anotaron tres carreras seguidas,
cambiando de posición a un 4- 3, con una nerviosa emoción, los jugadores y los
fanáticos sentían tensión, la situación del juego cambió de un momento a otro,
la preocupación de los caraquistas se notaba en sus caras, algunos de ellos
querían ser los jugadores en ese momento de tensión.
Pasaban los
minutos y el momento final de la noche se acercaba, cuando en el octavo inning
uno de los jardineros de la nave turca fue el impulsor para llevar la victoria
de los Navegantes del Magallanes, el que se impuso con un 6-5, dejando a su equipo rival por debajo, con una
derrota mínima de diferecia en su puntuación, pero causando furor, tristeza y decepción en su fanaticada
Sin embargo yo me encontraba celebrando con los míos en las gradas,
mientras que los jugadores celebraban como solo ellos saben hacerlo, pues la
victoria estuvo de nuestro lado; la
satisfacción y el orgullo eran nuestros sentimientos más importantes en ese
momento. Fue un dramático final, todo cambió de un momento a otro, el resultado
deseado se había hecho realidad.
Esta victoria era escencial para los navegantes, lograron posicionarse en la quinta casilla, posicionándose delante de los Leones del Caracas, seguidamente buscando más juegos ganados con otros equipos para conseguir su pase en los playoffs. Los medios ya daban a conocer los resultados finales, colocándolos en todas las redes, logrando la mayor receptividad de los venezolanos, quedando de este juego de béisbol los más emocionantes de la historia.
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